No nos importa si tienes alzheimer y dices boberías, Comandante nuestro de cada día. Queremos escuchar de nuevo la voz de la locura y seguirte la corriente con jolgorio y chusmeria, aunque solo sea una vez al año, que no hace tanto daño, como en los Carnavales. Si, como en los carnavales, queremos subirte a un trono dorado de papier maché y pasearte en la carroza por todo el Malecón, con desfile militar y cañonazos desde La Cabaña, y fuegos artificiales o reales -si no hay otros-, y pipas de cerveza a granel y cajitas de cartón marrón con congrí, enchumbadas en grasa para nosotros, las masas fritas, es decir, el pueblo, los chicharrones, los tanques de cerveza, los de guerra y los de cárcel, los hombres verde olivo y las negras de blanco bailando sobre los cañones azules y rojos -¡Jineteros de todas las orillas, uníos!-, y usted, el Profeta en Jefe de la orquesta -en la tele-, hablando y hablando y hablando. La vida misma. Eso queremos.
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