miércoles, 10 de julio de 2013

Generación Z, la última del abecedario. El futuro de los jóvenes cubanos sin el dominio de las nuevas TIC.

Los que nacimos en la Cuba de los años 60 y 70, no tuvimos a Supermán, como dice la canción de
Carlos Varela, pero tuvimos a Elpidio Valdés y aunque nuestro televisor fue ruso, feo y se veía fatal, era un televisor al fin y al cabo, y nada nos hizo demasiado extraños al resto del mundo. Sin embargo _y con embargo _, la pequeña isla del Caribe que tuvo en jaque al imperio norteamericano y que sirvió de inspiración para miles de jóvenes de todo el orbe, se ha quedado rezagada, congelada en el siglo XX, abandonada económicamente y traumatizada ideológicamente por la caída de la Unión Soviética y el resto de países comunistas de Europa del este.

¿Dónde están las videoconsolas, los ordenadores, tablets y iphones comunistas que deberían suplir a los Nintendo, Sony y Mac en la formación cultural de los niños cubanos nacidos en los últimos 20 años? Hoy en día ya no basta con aprender a leer, escribir y aprender o memorizar una serie de conocimientos teóricos. Ya no se puede hablar de una educación completa y verdadera, moderna y práctica, sin la intervención protagónica de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones( TIC ), y no me refiero a sustituir al profesor de carne y hueso por una grabación en video, en un monitor colgado de la pared frente a la clase. Eso no es avance, es abandono de un gobierno que no tiene cómo seguir pagando a suficientes profesores y maestros, o que sí tiene, pero prefiere invertirlo en otras cosas, como propaganda política, cámaras de vigilancia y campos de golf.


¿Cuáles son las posibilidades reales futuras en el campo laboral y profesional de este siglo XXI superpoblado, supercompetitivo y supertecnificado, de unos jóvenes que crecerán sin siquiera una hora diaria frente a una computadora, sin la habilidad vertiginosa con el mando de las videoconsolas y la cultura de videojuegos y redes sociales de cualquier niño de Europa, Norteamérica, Australia, la mayor parte de Asia y Sudamérica y gran parte de África? ¿En qué lugar del mundo contratarán a unos médicos informáticamente semi-analfabetos? En Brasil no, desde luego.


¿En qué categoría estamos realmente ahora como cultura, en el tercer o en el cuarto mundo? Los cubanos de la llamada generación Y que escapamos de la isla en los 90, tuvimos suerte porque el mundo que encontramos solo nos llevaba unos pocos años de ventaja, que rápidamente devoramos; pero los que salgan ahora y más adelante, llegarán a otro siglo, a otro planeta o dimensión, donde la mayoría de sus habilidades y conocimientos serán inútiles y el funcionamiento de la realidad les costará entender y dominar tanto o más que aprender un nuevo idioma: siempre tendrán "acento" del pasado.

Después de la Y viene la Z, tal vez la última generación del viejo alfabeto revolucionario. El régimen de los Castro ha aprendido de sus errores y evolucionado, como un virus. Sus dirigentes ya no quieren una población joven con una alta preparación profesional y cultural para que luego se les fuguen del nido o traten de sacarles los ojos. Lo que precisa ahora la "revolución" es más bien lo contrario, jóvenes que apenas sepan leer y escribir consignas, para convertirlos en policías y militares; jóvenes que sepan hacer cuentas y poco más, para emplearlos de camareros, dependientes y administrativos; jóvenes semi-analfabetos para usarlos en la agricultura, en las fábricas y para hacer bulto en la Plaza; jóvenes marginales para que atraigan y alimenten el turismo sexual y para que se conviertan en delincuentes y criminales, que es la cantera de chivatos, brigadas paramilitares y terroristas del estado. Y por último, una reducida élite de jóvenes privilegiados, hijos de altos oficiales, dirigentes y empresarios del régimen; vástagos de las principales familias de la "nobleza revolucionaria" que acapara el poder de la nación, que se educan en modernas y apartadas escuelas especiales, equivalentes a los colegios de la clase alta de los países capitalistas, donde son entrenados en las artes secretas del comunismo, que curiosamente persiguen el mismo objetivo que las del capitalismo, aunque difieran en los métodos: cómo obtener enormes beneficios explotando a las clases bajas sin que estas se rebelen.

Es esa élite de jóvenes privilegiados y comprometidos de una forma u otra con el régimen comunista los que crecen jugando con la playstation y disfrutan de acceso ilimitado a Internet y a los juguetes y aplicaciones más avanzados de las nuevas TIC. A ellos nada los hace extraños al resto del mundo del siglo XXI, pero fuera de la burbuja, la mayoría de los jóvenes cubanos viven en una especie de limbo post-apocalíptico, que si Carpentier viviera podría llamarle "lo real espantoso".


El gobierno de Raúl Castro cuenta con los recursos, pero no con la voluntad, de hacer mucho más de lo que hace ahora por la educación, que es casi el mínimo. Como mínima es toda su actitud hacia el pueblo. Mínima educación, mínima sanidad, mínima alimentación, mínima información, mínima libertad, lo mínimo de cada cosa, o de algunas cosas, para mantener viva a la dotación de esclavos. Es el comportamiento de unos líderes ancianos y despechados que prefieren creerse traicionados por el pueblo que reconocer su fracaso y culpabilidad, y de ese modo poder justificar la crueldad y la violencia como única forma de educar a esos necios y vulgares seres inferiores, que se creen pueblo y no son más que chusma, masa y bulto en la Plaza, ganado de su pertenencia, marcado por el sistemático lavado de cerebro con champú marxista leninista y suavizante martiano.


Quizás, después de todo, Fidel se salga con la suya y consiga que la historia lo absuelva, o al menos un poco, ocupada como estará en juzgar y condenar a su hermano pequeño, a quién su maquiavélica genialidad le ha reservado el más vil de los papeles, el de auténtico dictador y enemigo del pueblo, al legarle el poder en el peor momento, a sabiendas de que su mediocridad le llevará al despotismo burdo, a la corrupción y decadencia evidentes y a la represión violenta; guardándose para él los viejos momentos de gloria y quedando casi como un santo padre en comparación con Raúl.



fiN



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